La tarde se engalanaba con el cielo brillante y éste se vestía con las nubes que parecían pinceladas sobre su lienzo azul, sin embargo no fue suficiente. Como a quien no le queda más opción, aquella mujer rompió el misterio de su silencio para buscar el pañuelo que secaría las lágrimas de la joven, aquellas que ni el cielo más bonito que se había visto durante esa primavera eran capaz de remediar.
Las tragedias del amor joven son los gajes del oficio un matrimonio de oro, donde los amantes le abren espacio a los insultos e incluso a otros amantes, para terminar el día retregándose lo que odian del otro sobre una cama, a través del sexo que de reconciliación no tiene nada.
La mujer, sin misterio ya, calmó los sollozos y secó las lágrimas de la joven, diciéndole que las reservara para cuando de verdad las necesitara, o que mejor se las diera a ella que la vida se las estaba pidiendo.
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