jueves, 28 de marzo de 2013

Reciprocidad

Dar sin esperar nada a cambio. 

Una frase que sólo aplica para los voluntarios de proyectos comunitarios, quienes a pesar de su ardua y noble labor, estos conservan la esperanza de que el universo les provea a futuro los frutos de su buen trabajo: Como naturalmente es y debe ser.
Por más que intentemos brindar lo mejor de nosotros con la idea de que únicamente nos llene el efecto que causa nuestra acción, nos es casi imposible lograrlo debido a que en el fondo, lo que verdaderamente nos satisface es la reacción de la persona a la cual el esfuerzo está dirigido. Hay muchos tipos de esfuerzos, pero personalmente considero que uno de lo más difíciles lo protagonizaría la demostración de amor. Liderada por el miedo y la incertidumbre, ésta trae consigo el crecimiento de nuestros niveles de inseguridad, pues siempre corremos el riesgo de que la persona no reciba con entusiasmo el cariño y afecto que colocamos en sus manos y por supuesto, que se corrompan los grandes lotes de confianza que se le han brindado o peor aun, que no los valore. Aunque muchos estigmaticen como difícil la demostración de sentimientos únicamente cuando se trata de quién nos agrada, es necesario tener presente que con los amigos, puede presentarse la misma situación e incluso llegar a ser más difícil.
Iniciar una amistad con una persona puede parecer fácil, pero cuando llega el momento de brindarse confianza mutuamente es cuando inician todas las dudas e interrogantes, y tratamos de guiarnos por lo que intuimos, las vibras que brinde la persona, y más aun: Lo que nos inspire.

No hagas lo que no te gusta que te hagan dice a menudo mi madre, y hace poco me dediqué a reflexionar sobre ello: 

No me gusta que tomen comida de mi plato sin permiso.
No me gusta que los de Nestico's ignoren las condiciones de mi pedido e igual le agreguen salsa a mi hamburguesa.
No me gusta compartir el mismo pitillo.
No me gusta que revisen mis conversaciones e intenten entrometerse en mi vida privada si no he brindado un voto de confianza con anterioridad.
No me gusta que me halen el cabello o me despeinen.
Pero sobretodo…
No me gusta que me mientan.
No me gusta que me usen.
No me gusta que no me entiendan.
Detesto que no vistan por un momento mis zapatos antes de juzgarme.
No me gusta que no se detengan a escuchar mi versión de los hechos y el porqué de mis acciones.

Cuando finalmente medité sobre lo que me agradaba y lo que encabezaba la lista de acciones que pueden llevar a una persona a estar vetada para mi, me di cuenta que los mismos sentimientos de rabia y decepción en momentos de saturación, me llevan a pensar, actuar y juzgar de una manera apresurada e incorrecta aun cuando la razón esté de mi lado, ¿Acaso siento que no merezco ciertos tratos? o ¿Si los acepto aun cuando sienta que necesito más, estoy fallándome? Son interrogantes que aun persisten pero entendí, que si deseo establecer una relación de cualquier tipo con una persona, debo tener presente que quizás los sacrificios son parte del paquete, que debo abrir un espacio al dialogo para ser más comprensiva y sobretodo, que ser un cuerpo orgulloso no me traerá buenos frutos en el futuro, que los gustos de que cada parte se van educando, conociéndose e incluso complaciéndose a medida que pasa el tiempo, prestándose al desarrollo de una amistad con planes de duración prolongada, siempre y cuando sintamos que algo bueno aporta a nuestra vida y que los sacrificios valdrán la pena, recordando que no debemos destruir con los pies lo que hemos construido con las manos. 

Lo bueno es que todo esto ya lo sabía y lo practicaba, sólo que ahora aprendí a aplicarlo aun cuando estoy molesta y decepcionada: I’m proud, let’s cheer.

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